El proceso de envejecer involucra cambios, como todo en la vida, es un ciclo por el cual debemos cursar todos. Empezamos a envejecer desde que nacemos. Pero, ¿todo este proceso, debe considerarse como pérdida? ¿Acaso, todo lo que hemos realizado en nuestra vida solo ha tenido consecuencias negativas? Y si las ha tenido, ¿nunca han llevado a aprendizaje y crecimiento, ya sea personal o de alguien a nuestro alrededor?
Todo cambio implica temor e inseguridad; nos hace apartarnos de nuestra zona de confort. Cada acción que desempeñamos, tiene un efecto. Los amantes del cine, recordarán “El Efecto Mariposa”, donde se hace mención, que “algo tan pequeño como el aleteo de una mariposa, puede causar un tifón al otro lado del mundo”. Esto incluso lo estamos viendo reflejado, en la situación pandémica en la que vivimos. Y este “aleteo”, puede compararse con nuestros aportes en el mundo, por “insignificantes” que sean.
Entonces, ya podemos empezar a discutir sobre la percepción y estigma que muchas veces gira en torno al envejecimiento. ¿Será que el envejecer, es un estado que de la noche a la mañana cambia al cumplir 60 o 65 años de edad? Si pensáramos que esto ocurre, sería un cambio sin relevancia, se arrebataría el sentido del vivir. Sería una forma simplista de pensar.
Si lo encasilláramos en llegar a una edad específica, estaríamos reduciendo nuestra evolución y aportes a la sociedad, a una transformación que se vive en horas. Sería como el mito de “un banano después de las 6 de la tarde, contiene el doble de calorías y engorda”.
Si bien es cierto, que según generalidades y para fines prácticos, la etapa de “persona adulto mayor”, inicia a esta edad; debemos recordar que la edad cronológica (años cumplidos) también debe ser complementada con la edad biológica, psicológica y social.
Es simple dejarse llevar por pensamientos, mitos, prejuicios y tendencias que solo obstaculizan el proceso de envejecer y subrayan las carencias y necesidades de la crisis del envejecimiento, las dificultades en la salud, el funcionamiento físico, la disminución de las relaciones interpersonales, cambio de roles, etc. Haciendo énfasis únicamente en lo negativo.
Pero, tenemos una respuesta a la crisis y es la resiliencia; en la que se incluyen procesos genéticos, biológicos y psicológicos, con componentes innatos y aprendidos, de respuesta adaptativa frente a estas diversas amenazas.
Al vivir la resiliencia, surge entonces, el fenómeno conocido con el nombre de “paradoja de bienestar en la vejez” y consiste en la capacidad que se posee para adaptarse a las constantes exigencias en las diferentes áreas de la vida, manteniendo el equilibrio, calidad de vida y el bienestar.
Se necesita de resiliencia para continuar proactivo, vivir en balance, tener control de la propia vida y vivir el envejecimiento activo, saludable y exitoso. En busca del resguardo de la salud física, cognitiva y social.
Para ser resilientes, son necesarios algunos recursos sociales para compensar las pérdidas y recobrar los niveles de funcionalidad. Se necesita el apoyo de la familia y amigos, un entorno y legislación a favor de la vejez, los servicios de salud y asistencia sanitaria adecuados.
Desde el panorama del personal de salud, ¿Qué podemos hacer para propiciarla? Debemos defender los derechos de las personas adultas mayores y recordar el abordaje holístico (biológico, social, físico y espiritual), debemos tener un trato humano, compasivo, retomando los principios de la bioética a los que está ligada nuestra profesión y práctica.
Recordando que todos merecemos ser acompañar en estos procesos, junto con nuestras familia y seres queridos, para tener dignidad y calidad de vida hasta el último de nuestros días.
Al esclarecer esto, lograremos encontrarle sentido al por qué debemos iniciar a trabajar en equipo multidisciplinar, interdisciplinar, romper la jerarquía vertical y complementar el abordaje geriátrico con la gerontología, otras especialidades y los cuidados paliativos.
Ya que conocemos esto, todos, mediante la integralidad, el envejecimiento activo, la espiritualidad y teniendo por herramienta de respuesta la resiliencia; podremos lograr cerrar ciclos, trascender y dar sentido a nuestra existencia
Por: Dra. María Andrea Roldán García, Geriatría Gerontología y Cuidados Paliativos