Anemia en la tercera edad

La anemia se puede definir como una disminución de las células de la sangre llamadas eritrocitos, o glóbulos rojos; o como un nivel bajo de hemoglobina dentro de estas células sanguíneas. Un 17% de las personas mayores de 65 años presentan esta enfermedad en los países desarrollados, siendo este porcentaje más alto en los países en vías de desarrollo como Guatemala. Conforme la expectativa de vida va en aumento, también lo hace la prevalencia de la enfermedad. Cuando los pacientes mayores se encuentran hospitalizados aumenta la incidencia de la anemia, encontrándose hasta en un 40%, y si se encuentran en asilos de ancianos puede verse hasta un 47%. La prevalencia va aumentando con el envejecimiento, entre mayor es el paciente, más probabilidad tiene de presentar anemia.

La anemia en la tercera edad puede tener implicaciones serias, manifestándose con un amplio espectro de circunstancias clínicas como: disminución en las funciones cognitivas (pensamientos, entendimiento, interacciones interpersonales), insomnio, trastornos en el estado de ánimo, disminución en la calidad de vida con menos rendimiento físico y función ejecutiva, así como ser considerada también un factor de riesgo en enfermedad cardiovascular, y predisponer un aumento en el riesgo de caídas con fracturas secundarias.

Cuando los pacientes adultos mayores padecen anemia, pueden presentar mayor necesidad de hospitalización y con mayor frecuencia que aquellos que no la tienen. También pueden aumentar los días de estancia hospitalaria, y además; se ha concluido que la anemia puede considerarse un marcador de mortalidad intrahospitalaria, aumentando los riesgos de muerte cuando es secundaria a déficit nutricional o enfermedad renal crónica.

Las causas de la anemia en los pacientes de la tercera edad, generalmente, son multifactoriales. La anemia puede estar relacionada a enfermedades de base y ser secundaria a anemia inflamatoria, defectos nutricionales, producción ineficaz o maligna de las células sanguíneas o hipoproducción e hipoactividad de eritropoyetina, una hormona que estimula la producción de glóbulos rojos o eritrocitos en la médula ósea, que es la fábrica de la sangre.

Para el estudio de la anemia, los hematólogos iniciamos descartando hemorragias o pérdidas sanguíneas, deficiencias nutricionales; y posteriormente evaluamos estados proinflamatorios como enfermedades crónicas, autoinmunes, cáncer o infecciones. Se sigue el estudio determinando  la disminución o hipoproducción de eritropoyetina y para terminar descartamos enfermedades propias de la médula ósea como neoplasias hematológicas o infiltraciones anormales celulares en la misma.

En los pacientes mayores de 65 años, el estudio de la anemia puede ser desafiante y en muchas ocasiones varias causas que puedan producirla son identificadas.  La investigación meticulosa conduce al diagnóstico correcto, considerando que en una proporción grande de pacientes no se encuentra el diagnóstico durante las primeras evaluaciones. El diagnóstico de anemia indeterminada puede ser provisional y puede complementarse con estudios de médula ósea, genéticos y moleculares para identificar la causa subyacente.

El seguimiento de estos pacientes es muy importante para darles el tratamiento oportuno y mejorar su calidad de vida. La anemia como diagnóstico puede ser dejada de lado, sin ponerle la importancia que amerita y puede afectar profundamente el bienestar de los pacientes, así como significar condiciones importantes de enfermedad por si misma o agravar condiciones patológicas de base de los pacientes.

 

Dra. Judith Pineda Palma
Hematóloga 

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