A las afueras de la ciudad, entre árboles y los cantos de su periquito australiano, vive Manola Río de 83 años, madrileña de corazón; que llegó a Guatemala junto a sus padres, hermanos y sus dos abuelas en 1956. Manola es una mujer cuya vida ha estado enmarcada por la adversidad y la resiliencia. Pensionada por La Bene, su historia es un testimonio conmovedor de cómo el amor y la pérdida pueden entrelazarse con la fuerza del espíritu humano.
Hace dos décadas, en el 2004, Manola enfrentó una prueba que cambiaría su vida para siempre: la pérdida repentina de su esposo. Con su partida, también se desvaneció cualquier ingreso económico que sustentara su día a día, ya que había dedicado su vida al cuidado del hogar y su familia. Fue entonces cuando su hija se convirtió en su ancla, ofreciéndole un apoyo incondicional durante todos estos años.
Pero el camino hacia la estabilidad económica no fue fácil. En 2011, movida por una necesidad urgente, comenzó a enviar cartas a la Asociación Española de la Beneficencia, buscando el apoyo que le correspondía como pensionada. Finalmente, en 2012, la luz al final del túnel comenzó a brillar cuando por medio de una llamada le indicaron que su solicitud de la pensión que tanto necesitaba había sido aprobada.
Los años pasaron y, con la tenacidad que la caracteriza, continuó luchando por una vida digna. En 2018, su perseverancia dio frutos una vez más cuando la Asociación decidió incrementar su apoyo, brindándole ayuda económica adicional. Esta asistencia no solo alivió sus preocupaciones financieras, sino que también fortaleció su fe en la bondad y la solidaridad de las personas.
Hoy, Doña Manola vive rodeada del amor de su familia y del apoyo cálido de una comunidad que siempre la respalda, agradecida por la decisión que tomó en 1970 de unirse a esta familia que es La Bene.