Pequeños Guerreros

Cuando eres padre de un bebé prematuro “uno no se da cuenta de todo lo que vivió hasta que lo cuenta” asegura Alfredo Unda, padre de trillizos, y añade que durante su estadía en el hospital uno está en modo de sobrevivencia. Pamela y Alfredo estaban anticipados a la prematuridad de sus bebés, a diferencia de muchas otras familias que se enfrentan a la desafiante y transformadora experiencia de tener un bebé prematuro sin esperarlo. Sin embargo, Pamela describe así su experiencia:

«Ves la ola venir; llega con fuerza, y te encuentras girando y luchando por mantenerte a flote en medio del torbellino. Tomas aire como puedes, solo para sumergirte nuevamente, con la única misión de sobrevivir y seguir adelante.»

Pamela y Alfredo enfrentaron un desafío monumental cuando sus trillizos pasaron dos meses en la UCIN. Durante ese tiempo, Pamela dedicó sus días al hospital, mientras regresaba cada noche a casa para estar con su hijo mayor, quien conoció a sus hermanos a través del famoso vidrio semanas después de su nacimiento. Aunque esta experiencia fue básicamente distante, llenó de esperanza el corazón de la familia.

Pamela admite que en ocasiones se sintió sola, pero encontró consuelo en las enfermeras, quienes, con su dedicación, no solo cuidaban a los pequeños, sino que también se convirtieron en amigas. Para ambos padres, esos primeros meses de su paternidad estuvieron marcados por incertidumbre y miedo, pero también por una profunda alegría y gratitud.

“A pesar de la adversidad, aprendes a confiar en tus hijos y en Dios”, reflexiona Pamela, mientras Alfredo resalta la importancia de trabajar en equipo. “Si uno está bajo, el otro lo ayuda a levantarse. Yo no puedo estar todo el día en casa; es Pame quien está con ellos y se encarga de mantener bien a nuestros hijos”, añade, destacando el vínculo que los unió más que nunca durante este difícil, pero enriquecedor, capítulo de su vida.

Para los padres de bebés prematuros, cada logro, por pequeño que parezca, se convierte en una victoria monumental, un recordatorio tangible de la fortaleza y la valentía de sus hijos. Desde el primer respiro independiente hasta las pequeñas sonrisas, estos momentos trascienden lo ordinario y adquieren un significado profundo. Sin embargo, uno de los mayores deseos de estos padres es liberar a sus hijos de la etiqueta de «prematuros», evitando que queden encasillados en una narrativa que los limite. Quieren que el mundo vea a sus hijos no como bebés definidos por su inicio desafiante, sino como individuos con un potencial ilimitado, capaces de alcanzar cualquier meta a su propio ritmo, sin prejuicios ni comparaciones.

Porque la prematuridad no define quiénes son, sino la valentía con la que enfrentan la vida y el amor incondicional que los impulsa a superar cualquier obstáculo.

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