¿Sabías que 2 de cada 10 niños en edad escolar tienden a tener obesidad por malos hábitos alimentarios?
La obesidad es una enfermedad crónica inflamatoria caracterizada por una acumulación excesiva de grasa corporal, definida por un índice de masa corporal (IMC) superior a 30. Para la Dra. Rina Peña, nutrióloga, en la actualidad, representa un problema de salud pública preocupante, debido a los múltiples desafíos para mantener un estilo de vida saludable. Entre ellos, se encuentran la falta de tiempo debido a la carga de actividades y el tráfico, la escasez de opciones saludables al comer fuera de casa y la falta de educación nutricional, lo que dificulta tomar decisiones informadas al momento de elegir alimentos.
Diversos factores contribuyen al aumento de la obesidad en la sociedad actual, incluyendo la influencia genética, factores socioeconómicos y el entorno obesogénico en el que vivimos. Sin embargo, estudios han demostrado que la alimentación durante el embarazo y los hábitos establecidos desde la infancia juegan un papel clave en la formación de una relación saludable con los patrones alimentarios en la vida adulta, así como el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, como diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedades hepáticas y renales entre otras.
Por ello, la Dra. Peña recomienda a madres y padres adoptar los siguientes hábitos clave para prevenir la obesidad desde la infancia y fomentar un estilo de vida saludable en toda la familia:
- Planificar la alimentación desde el embarazo: Es fundamental mantener un aumento de peso adecuado, evitando superar los 11-16 kilos durante la gestación.
- Fomentar la lactancia materna exclusiva durante al menos los primeros seis meses de vida.
- Iniciar la alimentación complementaria con alimentos naturales, evitando el alimentos con azúcar refinada y la sal.
- Limitar el tiempo frente a las pantallas en la infancia para favorecer un desarrollo equilibrado y evitar el sedentarismo.
- Promover la actividad física y el juego al aire libre como parte de la rutina diaria.
- Reducir el consumo de bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados, optando por opciones más nutritivas.
- Aumentar la ingesta de alimentos naturales, como frutas, verduras, cereales integrales y lácteos sin procesar, grasas vegetales, como aguacate, semillas secas, aceite de oliva
- Evitar el uso de edulcorantes artificiales como Aspartamo (Equal, NutraSweet), Sacarina (Sweet’N Low, Sugar Twin), Sucralosa (Splenda), Acesulfamo K (Sunett) tanto en niños como en adultos.
- Incluir hidratos de carbono complejos, que contienen más fibra, vitaminas y minerales y ayudan a sentir saciedad al igual que proporcionan energía; como: cereales integrales, avena, arroz integral, frutas con cáscaras, verduras como brócoli, zanahoria y hojas verdes.
- Incorporar frutos secos, legumbres y verduras, leguminosas como frijol, lentejas, garbanzos y lácteos bajos en grasa para una alimentación balanceada.
- Incluir alimentos ricos en proteínas, como carne, pollo, pescados, lácteos bajos en grasas, leguminosas y huevos.
- Priorizar el consumo de agua natural sobre otras bebidas.
- Promover horarios adecuados de sueño reparador.
- Realizar controles regulares con el pediatra para monitorear el peso en relación con talla y edad, así como su desarrollo.
Estas recomendaciones no solo ayudan a prevenir la obesidad, sino que también favorecen una microbiota equilibrada y saludable. Existen dos principales mecanismos por los que la composición de la microbiota podría ser un promotor de la obesidad: por alteración de la homeostasis energética del huésped y por un aumento de la inflamación sistémica.
Un desequilibrio en el microbiota, conocido como disbiosis, puede alterar el metabolismo y contribuir a problemas de desarrollas enfermedades crónicas como diabetes, enfermedades hepáticas, renales, metabólicas, inmunológicas.
La obesidad infantil es un problema grave de salud pública en el que los padres juegan un papel fundamental para generar conciencia, tanto en su familia como a nivel social. Se trata de un desequilibrio entre la ingesta y el gasto calórico, influenciado por tres factores principales:
- Entorno obesogénico, donde predominan hábitos poco saludables.
- Factores psicosociales, como los cambios que implican el inicio de la etapa escolar.
- Predisposición genética, que puede aumentar el riesgo de desarrollar obesidad.
Reconocer estos factores es clave para tomar medidas preventivas y fomentar un estilo de vida más saludable desde la infancia, estableciendo buenos hábitos alimentarios y promoviendo actividad física en los niños de manera regular.
Es fundamental que los padres se mantengan atentos a ciertas señales a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo de sus hijos. Estas alertas pueden ser clave para identificar posibles problemas relacionados con el peso y la salud en general:
- Cambios en las preferencias alimentarias.
- Observación constante del peso y la talla del niño para asegurarse de que estén dentro de los rangos adecuados para su edad.
- Falta de actividad física o sedentarismo, lo que puede afectar tanto su salud física como emocional.
- Interrupción en el crecimiento, ya que la talla debe aumentar proporcionalmente al peso. Si un niño deja de crecer, podría ser indicativo de una alimentación deficiente o inadecuada.
Si no se les brinda la atención adecuada en los primeros años de vida, los niños podrían estar en riesgo de desarrollar enfermedades como intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina, diabetes tipo 1 en la infancia, o diabetes tipo 2 en la adultez, entre otras condiciones graves.
Por ello, es crucial que los padres consulten con profesionales de la salud ante la presencia de estas señales. La detección temprana y un enfoque preventivo pueden marcar la diferencia en la salud y bienestar de los niños a largo plazo.
Se puede alentar a los niños a adoptar hábitos alimentarios saludables y a ser físicamente activos, recomendando a los padres:
- Concéntrese en la buena salud, no en un peso determinado. Enseñe y modele actitudes saludables y positivas hacia la alimentación y la actividad física sin hacer hincapié en el peso corporal únicamente, ya que pueden haber niños con sobrepeso u obesidad con deficiencia de vitaminas o minerales.
- Centrarse en la familia. No marginar o estigmatizar a los niños con sobrepeso. Involucrar a toda la familia y trabajar para cambiar gradualmente la actividad física y los hábitos alimentarios de la familia.
- Establezca horarios diarios para las comidas y los refrigerios, comer juntos con la mayor frecuencia posible.
- Ofrezca una amplia variedad de alimentos saludables según la pirámide alimentaria para niños pequeños, con el fin de que consuma las porciones adecuadas.
- Planifique menús semanales para variar colores, texturas y sabores.
- No se recomienda poner a dieta restrictiva a los niños previo consultar con un profesional de la salud, pediatra, nutriólogo o nutricionista.