La importancia de la detección temprana

Lorena –nombre ficticio–, una mujer de 38 años y madre de tres hijos, nunca se había realizado un chequeo ginecológico. Su realidad estuvo marcada por un entorno desfavorable, donde el acceso a la salud era una opción lejana. Cuando finalmente acudió al médico, su diagnóstico fue devastador: cáncer de cuello uterino en estado avanzado. Su historia, aunque dolorosa, también es un testimonio de lucha y esperanza, ya que gracias al tratamiento pudo mejorar su condición y hoy está en proceso de recuperación.

Lamentablemente, el caso de Lorena no es aislado. En muchos países, entre el 60% y el 64% de los casos de cáncer cervical se diagnostican en etapas avanzadas, lo que reduce significativamente las posibilidades de un tratamiento exitoso –afirma la Dra. María Dolores de Molina, ginecóloga oncóloga. La causa principal de este tipo de cáncer es la infección por el Virus del Papiloma Humano (VPH), una enfermedad de transmisión sexual que afecta al 80% de las personas con vida sexual activa en algún momento de su vida.

La detección temprana es clave para prevenir el desarrollo de este cáncer. Existen estrategias eficaces para reducir el riesgo, entre ellas:

  • La vacunación contra el VPH en niñas y niños entre los 9 y 13 años, con posibilidad de aplicarse hasta los 45 años.
  • La realización de pruebas como el Papanicolaou y la captura de híbridos para la detección del VPH.
  • El uso del preservativo para reducir la probabilidad de infección por ITS.
  • Chequeos médicos anuales para identificar lesiones precancerosas a tiempo.

Vida sexual post-cáncer cervical

Además de las consecuencias físicas, el cáncer de cuello uterino también impacta la vida emocional y sexual de las mujeres. Muchas enfrentan resequedad vaginal, menopausia inducida y cambios en su intimidad, lo que puede generar angustia y sentimientos de culpa. El tratamiento, en muchos casos, incluye cirugía, quimioterapia y radioterapia, los cuales pueden afectar la lubricación vaginal y la elasticidad del tejido, provocando molestias durante las relaciones sexuales. Afortunadamente, existen opciones de rehabilitación, como la terapia hormonal local y el uso de dilatadores vaginales, que ayudan a mejorar la calidad de vida de las pacientes. Además, el acompañamiento psicológico es clave para abordar el impacto emocional, promoviendo la aceptación del proceso y el fortalecimiento de la autoestima.

La dinámica de pareja también se ve afectada. En algunos casos, la falta de información o apoyo emocional puede generar distanciamiento e incluso la pérdida total de la vida sexual. Para evitar esto, se recomienda acudir a terapia de pareja o con un sexólogo que ayude a encontrar nuevas formas de intimidad. Es importante que la pareja aborde estos cambios con comprensión y respeto, reforzando el vínculo emocional y priorizando el bienestar de la mujer.

La prevención y la atención oportuna pueden salvar vidas. Es vital que todas las mujeres tengan acceso a servicios de salud de calidad, que les permitan detectar a tiempo cualquier anomalía y recibir el tratamiento adecuado. La invitación es clara: “el amor propio y el autocuidado son la clave para una vida saludable”. Acudir a revisiones ginecológicas regulares es un acto de amor propio que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

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