La hipertensión arterial es una condición silenciosa pero potencialmente peligrosa, que puede afectar seriamente la salud si no se detecta y se controla a tiempo. Aunque suele relacionarse con la edad avanzada, puede aparecer en distintas etapas de la vida, incluso durante el embarazo, y estar vinculada con otras enfermedades como la diabetes. En esta nota exploramos tres aspectos clave: cómo se manifiesta y qué riesgos implica la hipertensión en el embarazo, la importancia de aprender a tomarse la presión en casa y llevar un control adecuado, y la conexión entre la presión alta y los niveles de azúcar en sangre.
¿Qué es la hipertensión gestacional?
Es el aumento de la presión arterial por encima de 140/90 mmHg después de las 20 semanas de embarazo, sin presencia de proteína en la orina (proteinuria). Es diferente de la hipertensión crónica (antes del embarazo o antes de las 20 semanas) y de la preeclampsia, que sí presenta proteinuria y daño a órganos como hígado o riñones.
Clasificaciones de hipertensión en el embarazo:
- Hipertensión gestacional – presión elevada sin proteinuria.
- Hipertensión crónica – se presenta antes del embarazo o antes de las 20 semanas.
- Preeclampsia – presión elevada con proteinuria y posible daño hepático o renal.
- Eclampsia – preeclampsia con convulsiones generalizadas.
- Síndrome de HELLP y CID – complicaciones graves y potencialmente mortales.
Factores de riesgo:
- Que sea el primer embarazo de la paciente.
- Que la madre sea menor de 18 o mayor de 35 años.
- Que la madre tenga sobrepeso u obesidad.
- Que el embarazo sea múltiple.
- Que la madre cuenta con enfermedades crónicas o autoinmunes.
- Que la madre tenga historial previo de hipertensión en el embarazo.
Hipertensión en el embarazo: riesgos, cuidados y prevención
La hipertensión durante el embarazo no solo representa un desafío médico, sino también un riesgo considerable tanto para la madre como para el bebé. En la madre, esta condición puede provocar daño renal, hepático e incluso cerebral, además de aumentar la posibilidad de hemorragias severas o desprendimiento de placenta. En algunos casos, la presión alta persiste incluso después del parto, lo que requiere seguimiento especializado.
Para el bebé, la hipertensión materna puede traducirse en una restricción del crecimiento intrauterino, bajo peso al nacer, nacimiento prematuro y, a largo plazo, dificultades respiratorias o trastornos metabólicos.
Frente a estos riesgos, el control médico es fundamental. “La prevención comienza idealmente antes del embarazo” –asegura la Dra. Aletzia Sologaistoa, ginecóloga y obstetra especializada en Medicina materno fetal– Una consulta preconcepcional permite evaluar riesgos y planificar el cuidado para reducir significativamente las probabilidades de desarrollar hipertensión y sus complicaciones.
Signos premonitorios de hipertensión en el embarazo:
- Dolor de cabeza intenso.
- Visión borrosa o con luces.
- Mareos.
- Dolor abdominal alto.
- Hinchazón excesiva.
Si la madre ya ha sido diagnosticada con hipertensión durante el embarazo, es fundamental que esté especialmente atenta a ciertos signos de alarma que pueden indicar complicaciones y requieren atención médica inmediata. Estos incluyen:
- Disminución de los movimientos del bebé, especialmente a partir de las 24 semanas de gestación.
- Salida de líquido amniótico por la entrepierna, lo cual puede indicar ruptura de membranas.
- Presencia de sangrado o manchas de sangre, aunque sean leves.
- Inicio de contracciones uterinas antes del término del embarazo.
Ante cualquiera de estos síntomas, lo más recomendable es acudir de inmediato al servicio de salud para una evaluación oportuna.
Chequeos médicos y medición de la presión arterial en casa
Una parte esencial en el cuidado de la salud cardiovascular es la vigilancia regular de la presión arterial. Dependiendo de la edad y los antecedentes de cada persona, la frecuencia del control puede variar. En general, el riesgo cardiovascular aumenta a partir de los 40 años, por lo que es recomendable realizar al menos uno o dos chequeos al año con el médico de cabecera, incluso si no existen factores de riesgo aparentes. Sin embargo, en personas con antecedentes familiares, diabetes u otras enfermedades relacionadas, los chequeos preventivos pueden comenzar desde los 25 o 30 años.
Medirse la presión en casa puede ser de gran utilidad siempre que se haga de forma correcta. Para lograr una medición precisa, es importante seguir algunas recomendaciones clave:
- Sentarse en una silla, relajado, al menos 5 minutos antes de la toma.
- Evitar cafeína, fumar o hacer ejercicio mínimo 30 minutos antes.
- Tener la vejiga vacía.
- No hablar durante la medición.
- Tomar la presión en el brazo, no en la muñeca.
- Retirar la ropa del brazo donde se realizará la toma.
- Colocar el brazo sobre una superficie firme, con la espalda apoyada y ambos pies en el suelo.
- El brazalete debe situarse 2-3 dedos por encima del pliegue del codo.
- Se recomienda medir en ambos brazos al inicio y usar siempre el que registre los valores más altos.
Entre los errores más comunes al tomar la presión en casa se encuentran hacerlo en momentos de estrés, después de esfuerzos físicos o sin respetar las recomendaciones anteriores.
Hipertensión como factor de riesgo para la diabetes
Aunque la hipertensión y la diabetes tipo 2 no se causan mutuamente, están estrechamente relacionadas. Comparten factores de riesgo y mecanismos que las convierten en enfermedades “hermanas”. Se estima que entre el 60% y 80% de las personas con diabetes desarrollarán hipertensión en algún momento, mientras que quienes padecen hipertensión tienen entre 2 y 3 veces más riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Ambas enfermedades tienen raíces comunes: obesidad, sedentarismo, alimentación poco saludable y el paso de los años. Además, existen procesos en el cuerpo que explican su vínculo:
- Resistencia a la insulina: favorece la retención de sodio y agua, activa el sistema nervioso simpático y engrosa las paredes de los vasos sanguíneos, elevando la presión.
- Inflamación crónica: tanto la hipertensión como la diabetes generan inflamación de bajo grado que, con el tiempo, daña el sistema vascular.
- Disfunción endotelial: el daño al endotelio (la capa interna de los vasos) afecta la función del óxido nítrico, un vasodilatador, y contribuye tanto a la hipertensión como a la resistencia a la insulina.
- Factores de riesgo compartidos, como el estilo de vida, aumentan la probabilidad de desarrollar ambas condiciones.
La buena noticia es que estas enfermedades pueden prevenirse o controlarse eficazmente con hábitos saludables:
- Mantener una alimentación equilibrada, reduciendo el consumo de azúcar, grasas y sal.
- Realizar actividad física al menos 5 veces por semana, 30 minutos al día.
- Mantener un peso saludable.
- Acudir a controles médicos periódicos.
- Cumplir con el tratamiento farmacológico en caso de diagnóstico.
Tanto en hipertensión como en diabetes, se recomienda llevar un registro de los valores (ya sea de presión o azúcar) unas dos o tres veces por semana, en diferentes horarios, idealmente en ayunas si se trata de glucosa.
“El cuerpo humano es tan sabio que busca adaptarse para hacernos sentir bien aun cuando hay una enfermedad presente” –indica el Dr. Josué Samayoa, Médico internista. Por eso, muchas veces podemos estar sin síntomas aparentes, pero eso no significa que todo esté bien. La prevención, el monitoreo y la constancia son las mejores herramientas para cuidar nuestra salud a largo plazo.