Fue en el año 2020 cuando fue necesario que guardáramos resguardo en casa. La presencia del COVID19, su alta propagación y mortalidad causaban miedo y la velocidad con la que la información (verdadera y falsa) se “viralizaba”, infundían inseguridad en la mayoría de los no infectados.
Nos adaptamos a esta nueva forma de vida y surgieron muchísimas opciones para poder satisfacer nuestras necesidades sin salir de casa. El servicio a domicilio fue casi generalizado para cualquier producto y así como existieron medios virtuales para la educación y el trabajo, la búsqueda de salud fue llevada a cabo por medio de la telemedicina.
El crecimiento de la telemedicina no fue tan rápido como el de la pandemia y fueron las redes sociales las que se encargaron de difundir información tanto verdadera como falsa. Fue algo rápido y fácil.
Inicialmente, gracias a las redes sociales, los médicos empiezan a tocar el tema de la pandemia respecto a hallazgos y tratamientos, dan su opinión sobre el virus, investigan e informan y se vuelven creadores de contenido, plataformas digitales como YouTube y TikTok y aplicaciones de redes sociales como Facebook e Instagram son utilizadas ahora para conocer un poco más del avance del COVID.
Si algo es necesario destacar, es lo rápido y fácil que fue adquirir información y los creadores de contenido se esforzaron para hacerlo de una manera creativa y a veces divertida, incluyendo en su repertorio pedagógico, música, mímica, señalizaciones, relatos de historias personales y análisis de casos médicos del día. En la actualidad, las redes permiten informar sobre distintas patologías, crear consciencia sobre la prevención de enfermedades y también compartir experiencias entre pacientes y facultativo. De la misma manera, creadores de contenido, influencers, youtubers y tiktokers abordan temas médicos, algunos mejor asesorados que otros.
Parece irónico que desde el 2020, a la fecha pasamos horas “hablando con una pantalla” para aprender y a mejorar el servicio brindado a nuestros pacientes, que terminarán consultando de una manera presencial. Ahora que ya es posible tener consultas presenciales, podemos tomar lo positivo que nos dejó el confinamiento y estoy hablando específicamente de la capacidad de comunicarnos de una u otra forma. El tomarse un tiempo extra en informar al paciente, utilizar dibujos o esquemas acompañado de un ejemplo, son recursos muy apreciados por el paciente y el “recitar de memoria” los criterios para considerar o descartar una patología, ahora resultan familiar a los oídos del paciente que, de una manera autodidacta, aprendió por medio del internet. Hemos pasado de explicar una patología, a resolver dudas de lo que el paciente ha investigado.
Es difícil pensar que la consulta presencial pueda ser sustituida completamente por una consulta virtual y pese a que existen máquinas capaces de realizar cirugías complejas a distancia, existen procedimientos sencillos que aún deben realizarse por un humano de manera presencial, la toma correcta de los signos vitales, por ejemplo. Aún la tecnología puede jugarnos en contra y complicar una escucha activa debido a “irregularidad en la conexión” de nuestro servicio de internet.
El médico se ha caracterizado por actualizarse constantemente, en esta década nos tocó mejorar nuestra capacidad de comunicación. Volvimos a utilizar un interrogatorio meticuloso ya que no era posible o, no era seguro, exponernos para hacer uso de métodos diagnósticos, volvimos a tener consultas telefónicas largas y tuvimos que encontrar algún intermediario para poder prescribir medicamentos controlados. Seguimos mejorando y seguiremos adaptándonos para servir y ayudar a la población, para eso nos entrenamos y para eso estamos.
Dr. Carlos Turcios
Ginecología y obstetricia