La historia de Ana y su diagnóstico de MAV
Fue una mañana de noviembre en un paseo familiar por el tranvía, un recorrido por la historia al lado de su esposo y sus dos hijas, cuando a Ana la sacudió sin más un intenso dolor en el lado derecho de la cabeza. Eran las 11:30 de la mañana, el domingo apenas iniciaba y decidió –por no arruinar la salida para sus hijas– aguantar el malestar, tratando de apaciguar la dolencia con un par de pastillas para el dolor de cabeza.
Lo que Ana no sabía es que esas pastillas le serían inútiles. No sabe cómo lo hizo, pero llegó a casa y acabó de cocinar el almuerzo, aunque para ese momento ya le comenzaba a fallar su capacidad para comunicarse. No fue hasta las 8:00 de la noche que acudió a la emergencia de un hospital, pero pasaron las horas y nadie la atendió. Para ese entonces su comunicación no eran más que balbuceos.
Un familiar acudió a su rescate y la llevó a Hospital El Pilar, donde en menos de 10 minutos ya estaba siendo llevada a realizarse una resonancia magnética y una tomografía cerebral. El diagnóstico para Ana, de 35 años, fue letal. Había padecido un ataque cerebrovascular provocado por una malformación arteriovenosa –MAV–. Esta es una lesión vascular que involucra arterias y venas cerebrales, las cuales forman un “cortocircuito” que puede llevar al paciente a presentar dolores de cabeza, convulsiones, hemorragias, etc.
Es difícil lograr un diagnóstico antes de un evento cerebrovascular, por lo que no es posible tampoco definir incluso desde cuándo Ana tenía esta malformación. Si bien hasta entonces Ana había llevado una vida normal, el Dr. José Barrientos, neurólogo cerebrovascular, le indicó que lo más recomendable era optar por una cirugía. De no ser así, corría el riesgo de volver a presentar un evento hemorrágico, riesgo que aumenta de un 2 a un 4% anualmente.
Esperó tres meses a que su cerebro se desinflamara. Recuerda con nostalgia ese diciembre sin salir de casa con su familia, sin poder hacer esfuerzos como manejar o incluso subir al segundo nivel de su casa. Pasaron fiestas difíciles, pero fueron meses donde Ana decidió buscar otras opiniones y garantizar de quedar en las mejores manos para su tratamiento.
Fue así como visitó a los pocos neurocirujanos en Guatemala y encontró al Dr. Mauricio Longo, quien realizó su cirugía el 6 de marzo en El Pilar junto al Dr. Esdras Borrayo, neurocirujano pediátrico; el Dr. Juan Paz, neurocirujano vascular; y el Dr. Adolfo Figueroa, neuroanestesiólogo.
En fotografía Ana y Dr. Mauricio Longo – Neurocirujano con subespecialidad en Neurocirugía Vascular
Se realizó una cirugía de 8 horas para la resección de MAV de grado 2, la cual consistió en colocarla en posición semisentada y combinar técnicas de cirugía vascular y base de cráneo para lograr una exposición completa de la lesión. Luego, con técnicas de microcirugía mediante el uso de un microscopio se identificaron las arterias y venas que iban a la lesión (facilitadas por el uso de fluoresceína), se coagularon y cortaron. Fue la primera microcirugía con resección de una MAV en la fosa posterior realizada en un hospital privado, ya que Hospital El Pilar es el único hospital privado que cuenta con la tecnología necesaria.
Ana pasó seis días en el hospital. Su esposo estuvo con ella por breves instantes en el intensivo, donde pasó tres días, y luego en el área de encamamiento.
Pero nunca se sintió sola, ya que siempre estuvo alguien del personal médico a su lado brindándole la atención que necesitaba.
Su diagnóstico, admite Ana, la cambió. Si una palabra la definía antes del evento de aquel domingo de noviembre, era “activa”. Hoy en día ha tenido que parar. Aprender a disfrutar de la pausa y recibir ayuda para las cosas más sencillas que antes hacía en automático. Ha aprendido a vivir cada día al máximo, pero sin banalidades.
Ha sumado a su vida mucho amor y fe, lo que la ha sostenido en esta travesía, pues asegura que Dios puso a las personas idóneas en el camino para lograr su recuperación.
Su vida no es la misma, no podría serlo. Han quedado huellas imborrables, su cerebro guarda cicatrices y una red de titanio que le recuerda lo que vivió. Sin embargo, está segura de algo: detrás del MAV hay un propósito.
“Soy un testimonio de vida andando”.
“¿Cuál es el propósito de esto? No lo sé. Pero es más grande que yo”.
Actualmente el estado de Ana es prometedor. Se comprobó que se resecó la lesión por completo y puede llevar una vida normal, con chequeos médicos periódicos.