Cuando se hace la medición del llamado perfil de lípidos, se obtienen una serie de valores que incluyen: el Colesterol total, el Colesterol de HDL (o “bueno”), el Colesterol de LDL (“malo”), y el nivel de triglicéridos (a veces también el colesterol de VLDL). Es ideal que se mida el perfil completo, incluyendo el valor de triglicéridos, ya que de esta manera se puede evaluar de mejor manera si existen alteraciones y si estas pueden influir en el riesgo de tener problemas cardiovasculares y/o cerebrovasculares, entre otros.
Aunque los valores normales, o dicho de mejor manera, los ideales, varían para diferentes contextos clínicos, como principio general se debe considerar que mientras más bajo estén el Colesterol Total, el Colesterol de LDL, y los triglicéridos, mejor para la persona. Y mientras más alto esté el valor de Colesterol de HDL, mejor. El problema con este último aspecto, es que lograr aumentar el Colesterol de HDL no es imposible, pero es difícil.
El colesterol como tal tiene muchas funciones importantes en el cuerpo: forma parte de la estructura de las paredes celulares, es la base bioquímica de las hormonas, sirve como depósito de energía, entre otras. Pero cuando se acumula en exceso, es cuando se dan los problemas: puede aumentar el riesgo de tener problemas como infartos, angina de pecho, derrames o problemas de circulación en extremidades. Esto lo realiza por medio de la producción de una capa (placa ateromatosa) que se une al interior de las arterias y que se relaciona con obstrucción súbita o paulatina de las arterias que alimentan las áreas involucradas en estas complicaciones.
El proceso de formación de la placa es gradual, relativamente lento y asintomático por lo general, hasta que se presenta un infarto o un derrame, pero pueden existir “avisos” o señales que sugieran que algo no va bien: cansancio, fatiga, mareos, dolor de cabeza, intolerancia a la actividad física, ganancia de peso, entre otras.
En general se recomienda que el primer perfil de lípidos se realice a los 20 años de edad, y de allí en adelante dependerá de situaciones como los antecedentes familiares de tipo metabólico y/o cardiovascular, la frecuencia con la que será necesario realizar controles.
Si se sospecha que existen alteraciones de los lípidos, o que puede haberlas, lo mejor es discutirlo con el médico internista o de cabecera para definir de qué manera iniciar el proceso de investigación, el tratamiento (que no incluye solamente medicamento), y decidir si conviene involucrar a otros profesionales en el manejo de esta condición, que, en principio, debe ser prioritariamente preventivo.
Dr. Juan Pablo Moreira Díaz
Médico Endocrinólogo