El arte del Servicio al Ser Humano 

Como si se hubieran puesto de acuerdo, las enfermeras entrevistadas para este artículo definieron su trabajo con las mismas palabras: pasión y mística. 

Esta es la historia de esas mujeres que a diario entregan alma y corazón a sus pacientes. 

María Antonia Yoc, hoy conocida en el hospital como Seño Tony, llegó buscando trabajo al hospital a sus 18 años en 1982. Su familia era de escasos recursos, su madre se hacía cargo de ella y sus hermanos, pero no le alcanzaba para pagarle sus estudios, así que se propuso comenzar a trabajar para así pagar sus básicos. Fue la Madre Isabel quien la atendió y le dio la oportunidad de empezar en limpieza y servicios varios.  

En enero de 1983 el padre Martín, gerente del sanatorio en aquel entonces, le autorizó el permiso para trabajar solo por las mañanas por su interés en seguir estudiando. Pasó 9 años trabajando y estudiando, hasta que en 1992 se graduó de básicos, diversificado y como enfermera auxiliar, pues la enfermería siempre había sido su sueño. Inició entonces a trabajar en el encamamiento y en 1994 fue trasladada a la Unidad de Pediatría, nueva especialidad en el hospital, con el puesto de coordinadora de servicio de dicha área.  

“Me encontré conmigo misma en Pediatría, encontré mi especialidad” cuenta Seño Tony con nostalgia a la vez que afirma que para ella, ser enfermera no es un trabajo, sino su vocación.  

En el 2007 el Dr. Francisco Coma, director del hospital en ese entonces, inició un plan de becas para que las enfermeras auxiliares pudieran graduarse como enfermeras profesionales, y ella adquiere el compromiso de crecer con El Pilar.  Se graduó en limpio en 2009 y a partir de entonces la nombran oficialmente jefa de servicio de Pediatría. Para Seño Tony,  Hospital El Pilar es como un padre al que no quiso fallarle después de haberle otorgado la beca, aunque asegura que su compromiso comenzó desde el mismo instante en que pisó el hospital. 

Sus 41 años perteneciendo a la familia de El Pilar no han sido difíciles, pues para ella la enfermería es su forma de vivir, disfruta lo que hace, le satisface ver la mejoría de los pacientes y sabe que de alguna forma ella también contribuye a ello. 

Mis hijos dicen que estoy loca –dice mientras ríe–, pero es que está enamorada de su profesión y se siente feliz de ver la evolución mutua de ella y el hospital, de poder pertenecer y ver el crecimiento que han tenido a lo largo de los años. 

En el ejercicio profesional de enfermería existen 4 áreas: cuidado directo, docencia, investigación y administración. Y aunque como jefa de servicio Seño Tony tiene la obligación de ejercer principalmente la última de ellas, esta suele dejarla de último, porque cumple con todas desde su vocación de servicio. Y parece ser que esto no es una cualidad única, sino más bien es una cualidad colectiva entre las enfermeras del hospital.  

La Lcda. Magali Murcia entró en 1989 al hospital como practicante de auxiliar de enfermería. Tras quedarse con plaza, entró a sala cuna y también estuvo en Intensivo Neonatal como enfermera auxiliar. Luego la trasladaron a Encamamiento A y Pediatría. Del 2000 a 2004 es nombrada coordinadora de servicio del Encamamiento C. Y es en 2005, tras la inauguración de la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos, que, al no poder ser nombrada jefa de unidad por no ser enfermera profesional, empieza un nuevo sueño.  

En 2006, junto a Seño Tony y otras 12 enfermeras auxiliares, Magali aceptó el reto de inscribirse en la Universidad Rafael Landívar, becada por el hospital para graduarse como enfermera profesional en 2009, año en que la promovieron a jefa de servicio del Intensivo Pediátrico.  

En 2015, después de tener a su tercer hijo, tuvo la oportunidad de abrir la Unidad de Urología tras haberse ido a un entrenamiento en México al Hospital Médica Sur, con pacientes de urología. Esta unidad cerró en 2016 y Magali fue trasladada a Sala Cuna como jefe de servicio, donde estuvo alrededor de 4 años. A inicios de pandemia, en 2020, es trasladada de nuevo, ahora a la Unidad de Terapia Intensiva de Adulto –UTIA– donde se encuentra actualmente. 

Su rutina de todos los días consiste en entrar a las 6:30 am, preguntar a su equipo cómo estuvo la noche y dirigirse a cada paciente para conocer su estado, lo que para ella implica puramente ser enfermera, y luego comparar con la información que le entregan las enfermeras auxiliares de turno.  

Con 34 años trabajando en El Pilar, lo ha convertido en su casa, y a su trabajo en su arte y su mística. Las mismas palabras utiliza la Licda. Ludivina González, actual jefe de Encamamiento A, quien lleva 32 años de laborar en el hospital.  

Ludivina tiene 60 años y ama el hospital. Entró como coordinadora de Encamamiento B, donde actualmente se encuentra Pediatría, siendo auxiliar de enfermería. Al igual que sus compañeras, en 2007 obtiene la beca para el técnico de enfermería profesional y en los años siguientes el hospital le brinda permiso de tiempo para continuar su licenciatura en enfermería.  

Cuando se inauguró la Unidad Materno Infantil –UMI– se trasladó y laboró ahí durante 5 años como jefe de servicio. Actualmente es jefa de servicio del Encamamiento A con 20 personas a su cargo. En ocasiones su jornada laboral dura más de 12 horas, pero la pasión por lo que hace es mayor al cansancio. Ser enfermera es la vocación de servir al ser humano y ver a Dios en él. Y para Ludivina una enfermera debe tener: conocimiento; aptitudes, como una excelente actitud, respeto, buena escucha y empatía; y vocación.  

El paciente lo espera todo de las enfermeras. Y cuando sienten que lo obtienen, ellos se van agradecidos. Ludivina recuerda con especial cariño el caso de Juan Manuel Magaña, quien estuvo en su encamamiento en la habitación 10-05, y que también la recuerda con afecto. 

No cabe la menor duda de que la enfermería, tal y como lo dice cada una de las enfermeras, es una de las más hermosas profesiones, y el arte del servicio al ser humano, según la Licda. Adela Rivera; quien comenzó a trabajar en el hospital en 1982 como camarera y que encontró su vocación gracias a El Pilar, cuando la Hermana Isabel le dio la oportunidad de estudiar auxiliar de enfermería; y algunos años después, gracias a una beca ya bien conocida, se convirtió en enfermera profesional. 

Artículo por Isabel Velásquez.

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