Recuperar la paz es recuperar la salud 

En 1963 se inauguró un pequeño sanatorio en la Avenida Simeón Cañas, zona 2 de la Ciudad de Guatemala, donde cuatro Hermanas: Magdalena Fuello, Isabel Rodríguez, Dolores Llano y Olvido García, de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, fueron enviadas de España por la Hermana Mayor Adela González para acompañar a los enfermos. 

En 1963 se inauguró un pequeño sanatorio en la Avenida Simeón Cañas, zona 2 de la Ciudad de Guatemala, donde cuatro Hermanas: Magdalena Fuello, Isabel Rodríguez, Dolores Llano y Olvido García, de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, fueron enviadas de España por la Hermana Mayor Adela González para acompañar a los enfermos. 

Isabel Morera nació en Costa Rica el 16 de mayo de 1941 en una familia numerosa y religiosa. A los 19 años, con el fallecimiento de su madre, Mercedes Cordero, decide cumplirle uno de sus mayores deseos y se vuelve religiosa en la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, en la que visitó distintas partes del mundo.  

En 1973 llegó a Guatemala como priora de la comunidad y formadora para jóvenes a la vida religiosa. Luego viaja a El Salvador, donde se queda durante varios años en una escuela de corte y confección enseñando su labor a jóvenes y señoras. 

En el 2011, a sus 70 años, vuelve a Guatemala, esta vez para quedarse en el Hospital El Pilar ejerciendo una hermosa labor que había iniciado desde 1963 y que ella continúa en la actualidad junto a otras tres hermanas.  

“La fe hace que el niño sane”. 

Las Hermanas visitan a todos los enfermos del Hospital El Pilar que lo deseen para acompañarlos, acogerlos y orar con ellos. Su labor consiste en transmitir la palabra de Dios y devolverles la confianza en él. Dedicarles tiempo y escucharlos, captar la paz que necesitan y ayudarles a recuperarla para poder así recuperar su salud.  

Día con día, de lunes a domingo, las hermanas acuden encamamiento por encamamiento visitando a cada uno de los pacientes; adultos, niños y recién nacidos. En caso de emergencia, si un niño se encuentra muy enfermo, ellas pueden realizar el bautismo. 

En esta labor tan hermosa y humana, la Hermana Isabel ha aprendido a conocer a las personas, el estado tan frágil y vulnerable de los enfermos, acogerlos y darles la confianza que ellos depositan sobre ella para liberarse y aliviar el estado en que se encuentran. Es, además, una tarea satisfactoria, pues los pacientes se quedan tan agradecidos que se vuelven parte de ella, cada paciente deja una huella y no se olvida.  

Con especial nostalgia recuerda a un joven padre de 2 hijos al que visitó para ofrecerle hacer juntos una oración y él de modo tajante le respondió: “Yo no me voy a morir”. El hombre estaba asustado, alterado y al borde del llanto. Su respuesta fue: “No te vas a morir, porque Dios te va a proteger”, ante estas palabras el hombre en camilla aceptó y oraron, lo que le devolvió la tranquilidad. Al día siguiente llegó con el hombre, más calmado, quien le solicitó de nuevo hacer una oración. Poco tiempo después dejó el hospital.  

Muchos, como aquel hombre, al ver llegar a una de las Hermanas, se cierran, tienen la errónea idea de que solamente llegan con pacientes que están por morir.  

Pero en realidad las Hermanas no saben el padecimiento de cada paciente. Son ellos mismos los que, entrados en confianza, suelen compartirles a ellas sus pesares para que oren por la sanidad de su enfermedad.  

Hospital El Pilar se preocupa por las personas desde hace 60 años. Parte de ello ha sido mantener esta labor desde el inicio como uno de sus pilares; además de contar con una capilla donde siempre está El Santísimo y los enfermos pueden hacer la comunión; así como apoyar a la misión de la Congregación en otras comunidades.  

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