Al convertirnos en madres, nace con nuestro bebé y nosotras el temor de fallar en nuestro rol y la necesidad de que todo salga bien y esté bajo nuestro control. Pero lo cierto es que en la mayoría de ocasiones, esto no es así. Nadie nos advierte esto, pero te contaré un secreto: “todo será nuevo y no tendrás idea de qué hacer”. Y es ahí donde nace la famosa pregunta que todas las madres primerizas nos hacemos un millón de veces: “¿Es normal?”
¿Es normal que solo quiera dormirse en brazos? ¿Es normal que se despierte tantas veces en la noche? ¿Es normal que no me acepte el biberón? ¿Es normal que si lo pongo en la cuna se despierte? ¿Es normal que solo quiera estar con mamá? ¿Es normal que pida el pecho tantas veces? ¿Es normal que se duerma con el pecho en la boca?… y la lista es interminable.
Lo cierto es que en la maternidad lo que en ocasiones nos puede resultar extraño, suele ser lo normal. Sin embargo, nos parece que es lo que se sale de la norma social y cultural que nos ha mostrado la televisión, que vemos en redes sociales y que nos cuentan las vecinas. Nos hemos ya alejado mucho de los instintos, de nuestra esencia mamífera y eso nos hace dudar sobre qué hacer con nuestro bebé o cómo atender a sus llamados.
Ojalá todas las madres primerizas supieran esto: el instinto materno casi nunca falla. El instinto es sabio, es aquello que nos conecta con nuestra biología, con nuestra naturaleza mamífera y humana, la que se desconecta de lo que cree saber y lo que le han impuesto. Y ante la duda, claro, puedes consultar con tu pediatra.
