Una mujer acaba de dar a luz. Dio vida. Lo saben todos. Lo que quizás no sepan es que no solo dio a luz a un bebé. Esa mujer que aún está descansando después del parto, también acaba de nacer. Sí, renació, como una oruga cuando se convierte en mariposa.
Solemos escuchar que convertirse en madre es lo más hermoso que una mujer puede experimentar. Y sí, puede serlo. Dar vida y ver a los ojos a ese pequeño ser que has creado y cuidado durante 9 meses, genera un sentimiento indescriptible. Sin embargo, en ese proceso la vida como la conoces ha cambiado. Dejas de ser tú. Ya no eres la misma, no puedes serlo. Y cuando lo sientes, en cada poro de tu cuerpo, te rompes.
No quiero asustarte, mamá. Te rompes para pegarte con oro cual vajilla china. Te transformas. Es doloroso, pero vale cada ápice de angustia y temor que puedas sentir en ese momento. Lo descubrirás más tarde, cuando los días se conviertan en años y veas pasar frente a ti el tiempo como aire. Cuando descubras en unas manos pequeñitas todo el amor del mundo. Cuando sientas el amor más incondicional que alguna vez habrás experimentado.
Entonces verás que la metamorfosis sí que valió la pena. Ahí te verás en el espejo y verás a la mariposa, a tu mejor versión. Conocerás y abrazarás a tu yo versión mamá. Te deseo una hermosa transformación.