El apego es el vínculo afectivo más importante del ser humano, generándose entre el recién nacido y su madre u otro cuidador primario durante los primeros dos o tres años de vida. Este vínculo tiene como fin la supervivencia, por lo que el apego se despliega por medio de conductas (el llanto, por ejemplo) que aparecen en momentos de estrés como estrategia para que su cuidador atienda sus necesidades.
El apego temprano entonces se refiere a la relación que el bebé establece con su madre durante las primeras horas o días después de su nacimiento. El bebé nace esperando tener contacto con su madre, listo para ser alimentado por su pecho y regularse por medio de la cercanía, voz y calor. Si no la encuentra, el niño sentirá grandes niveles de estrés.
Esto podría perjudicar a corto plazo el establecimiento de un vínculo de apego, tanto para el bebé como para la madre, debido a que la madre también se ha perdido del “coctel hormonal” que su cuerpo había diseñado para vincularse con su bebé tras el nacimiento.
Sin embargo, en casos de separaciones mamá y bebé por cualquier motivo, se recomienda, de ser posible, que sea papá quien pueda establecer este apego temprano con su bebé por medio del contacto piel con piel.
En estas situaciones podría ser difícil para la madre vincularse con su bebé, sin embargo, la lactancia materna, el contacto piel con piel, el porteo y el colecho son estrategias que podrían ayudarle a conectar y recuperar el tiempo perdido con su bebé. Todo es reparable.